
El Cordobazo
Diego García. Historiador. Docente e investigador de la Universidad Nacional de Córdoba. Miembro del Programa de Historia y Antropología de la Cultura (IDACOR-UNC).
“Una de las consignas de la revuelta fue “romper pero no robar”. Y se vio así cómo algunos manifestantes que se apoderaban de objetos sacados de los negocios siniestrados fueron duramente increpados por sus compañeros. Los objetos, por cierto, no fueron retornados a sus lugares de origen sino que se los destruyó en la calle. Fue una depredación organizada. En la intersección de la avenida Colón y Fragueiro […] sede de la sucursal Córdoba de la empresa Xerox, la valiosa maquinaria fue sacada a la calle y quemada. Luego se hizo lo mismo en las instalaciones del local. Se produjo entonces un hecho dramático que, en cierto modo, demuestra el clima de esta jornada. Una mujer se aproximó llorando a un grupo de revoltosos que observaban cómo las llamas activadas por la combustibilidad de los elementos empleados en la decoración del negocio, ganaban el entrepiso, y les increpó: “¿Qué les hicimos nosotros?”. El que aparecía como cabecilla de la célula le respondió: “Usted particularmente nada; ustedes en conjunto, todo”.
La Nación, 30 de mayo de 1969
En la ciudad de Córdoba, la mañana del 29 de mayo de 1969 y al mismo tiempo que se cumplen las ceremonias de celebración del día del Ejército Argentino, trabajadoras y trabajadores abandonan el trabajo en las fábricas y se desplazan hacia el centro de la ciudad. La columna más numerosa proviene de los operarios de la industria automotriz y metal-mecánica. Los empleados de comercio y de la administración pública hacen lo mismo y permanecen esperando.
La mayoría de las y los estudiantes universitarios también se organizan para la movilización. Es que pocos días antes, la Confederación General de Trabajadores de Córdoba había convocado a la realización de un paro activo con abandono de tareas para el 29, como anticipo del paro general del 30 de mayo que se había decidido a nivel nacional en contra de las políticas autoritarias del gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía. Pasado el mediodía, y tras los primeros enfrentamientos, es asesinado el obrero metalúrgico Máximo Mena (de 27 años) por la policía, casi en la puerta de entrada al centro de la ciudad, a pocos metros de la ex plaza Vélez Sarsfield.
La noticia circula rápidamente a través del sistema de comunicación organizado por mensajeros en moto que mantienen en contacto las diversas columnas. Se multiplican los combates callejeros, la policía se repliega y la ciudad es tomada por manifestantes que arman barricadas junto con vecinas y vecinos, quemando automóviles, muebles y carteles; incendian y destruyen negocios, bancos y otros edificios. Hacia la tarde, luego de la intervención del Ejército, los participantes de la protesta se concentran y atrincheran en el barrio Clínicas (un barrio estudiantil), y los enfrentamientos con las tropas prosiguen con bombas molotov y francotiradores apostados en los techos y las terrazas del barrio. Dos días después, tras múltiples destrozos, un número indeterminado de muertos, decenas de heridos y de detenidos, el Ejército logra restablecer el orden, y la ciudad va recuperando la normalidad.
¿Qué había sucedido? Esa era la pregunta que todos se hacían, en Córdoba y en Argentina. Es que para sus contemporáneos, el Cordobazo se presentó, antes que nada, como un acontecimiento imprevisto (aunque planificado) que se recortó sobre el fondo de la vida cotidiana. Se presentó como un enigma que había que descifrar para entender la Argentina de fines de los sesenta, y como un signo de las transformaciones sociales y políticas de Córdoba. Con el paso del tiempo, se convirtió también en un símbolo: de lucha y unidad social, de resistencia frente a los gobiernos militares, de identidad.
El estallido del Cordobazo permite articular en un diseño antes inexistente ciertas condiciones generales con causas inmediatas. Presenta así una trama en donde el proceso de industrialización de Córdoba, especialmente alentado por el desarrollo de la producción automotriz, la proscripción del peronismo y la organización sindical o la transformación urbana se cruzan con los movimientos estudiantiles y contestatarios del 68 en París y México, la muerte del Che, la oposición a la guerra de Vietnam o la modernización cultural de los 60. Pero sin causas inmediatas –la represión del gobierno militar ejercida con particular violencia sobre estudiantes y obreros, las puebladas previas en Argentina durante el 69, las medidas que perjudicaban a los obreros cordobeses, como las quitas zonales o la anulación del sábado inglés e, inclusive, el asesinato de Máximo Mena en la misma manifestación–, lo que sucedió el 29 de mayo de 1969 sería incomprensible.
Desde las perspectivas sociológicas contemporáneas el Cordobazo (Agulla, Delich) fue un “epifenómeno” que revelaba una crisis generada por la transición acelerada que la sociedad de Córdoba sufría. ¿Cuáles eran los rasgos de esa transición? Una industrialización de extraordinaria velocidad concentrada en el desarrollo de la industria automotriz –tecnológicamente compleja y moderna– de capitales extranjeros. Las consecuencias sociales de ese proceso fueron igualmente veloces: un vertiginoso crecimiento poblacional, en parte promovido por migraciones provenientes del interior de la provincia, de otras provincias y países limítrofes; una sociedad más compleja, compuesta por sectores obreros recientes que modificaban la estructura social local; un acelerado desarrollo urbano, en especial a partir del asentamiento de los nuevos barrios obreros al sur y al este de la ciudad (cerca de las plantas de Fiat y Renault). Finalmente: Córdoba era la ciudad “más joven” de la Argentina (el 54% de su población tenía menos de 30 años).
En definitiva, protesta obrera, rebelión popular, insurrección urbana que, como acontecimiento, funciona como un umbral. Por un lado cierra un proceso abierto con el golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955 y, por el otro, abre otro marcado por una intensa movilización social. Un momento de encuentro entre procesos relativamente autónomos (la organización obrera bajo la proscripción peronista, el compromiso y radicalización progresiva de los jóvenes de clases media) que luego siguieron caminos también distintos. El 29 de mayo, en fin, abrió una reconsideración del pasado reciente, a la vez que promovió un horizonte político en el que se conjugaba, no siempre con nitidez, el reclamo por la recuperación de la democracia con la esperanza revolucionaria. En cualquier caso, ofreció una incuestionable confianza en las posibilidades de la acción y organización política y social.
Referencias
Agulla, J. C. (1969). Diagnóstico social de una crisis. Córdoba, mayo de 1969. Córdoba: Editel.
Delich, F. (1970). Crisis y protesta social, Córdoba 1969. Buenos Aires: Signos.
García, D. (2023). Un acontecimiento escurridizo. El Cordobazo: sentidos en disputa. ISEP, DGES, Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. Disponible: https://isep-cba.edu.ar/web/wp-content/uploads/2017/08/libro-cordobazo.pdf
Gordillo, M. (1999). Córdoba en los ‘60. La experiencia del sindicalismo combativo. Córdoba: SEU-UNC.
Galería




